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Desarrollo de habilidades sociales claves en los docentes durante el periodo de pandemia bajo el contexto Latinoamericano

Para la gran mayoría de las familias en el mundo ha sido bastante difícil enfrentar el nuevo escenario de relaciones humanas que la pandemia mundial, producida por el coronavirus, ha puesto como desafío en todo ámbito de nuestra cotidiana normalidad. Hacia fines del mes de julio del año 2020, Latinoamérica presenta solo un 0,27% de infectados en el total de su población, indicador que constituye un número bajo en términos objetivos pero que, sin embargo, aumenta vertiginosamente en su población. Por otra parte, no han existido medidas homogéneas por parte de los distintos gobiernos, por el contrario, los Estados han presentado una gran diversidad en los tipos de cuarentenas establecidas, que van desde medidas muy restrictivas hasta simplemente no entregar o sugerir indicación alguna.

Por otra parte, y si pensamos solo en la posibilidad de continuar con los procesos educativos de cada estudiante en la región, debemos analizar que cada núcleo familiar cuenta con una cierta cantidad de recursos disponibles para este fin, pero también de numerosas carencias materiales y espirituales, que impiden dicha dinámica. Cabe señalar que la situación socio económica presenta una realidad bastante precaria, puesto que el  porcentaje de pobreza alcanza un 32,3% hacia el año 2020, estadística que debe ser complementada, actualmente, con una serie de desventajas debido a la contingencia sanitaria, como la inestabilidad de los empleos y el aumento de los precios de los alimentos, lo que está arrojando como consecuencia una importante inseguridad alimentaria debido a que “millones de personas no están pudiendo adquirir suficientes alimentos, y muchas otras, están teniendo que optar por alimentos más baratos y de menor calidad nutricional” (CEPAL, 2020).

Otro elemento a considerar es la conectividad a internet en los hogares de la región, el cual alcanzó un promedio de un 44% durante el año 2018, muy por debajo de los Estados de primer orden pertenecientes a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), los cuales con un 81% doblan en porcentaje a la región, considerando esta herramienta como una necesidad prioritaria dentro de la comunidad internacional y sus múltiples redes de interacción.

Los procesos formativos de los estudiantes en la región expresan un fiel reflejo de condiciones socioeconómicas de desigualdad e inequidad durante el periodo de pandemia.
Los procesos formativos de los estudiantes en la región expresan un fiel reflejo de condiciones socioeconómicas de desigualdad e inequidad durante el periodo de pandemia.

Considerando los elementos señalados, los procesos formativos de los estudiantes en la región expresan un fiel reflejo de condiciones socioeconómicas de desigualdad e inequidad durante el periodo de pandemia, puesto que una de las escasas condiciones de paridad educativa previa a la pandemia está referida a la presencialidad en el aula, expresado en el contacto directo entre el docente y el estudiante, independiente del nivel de formación educacional, el ambiente familiar y la condición social y económica. El encuentro frente a frente entre estos protagonistas del aula, estima un valor insuperable en el proceso de formación, puesto que más allá de la entrega de contenidos académicos y valores transversales que realizamos los docentes, supone además una integración de habilidades emocionales que permiten catalizar sentimientos en los estudiantes, estando presente además, en toda institución educativa, el rol del desarrollo de competencias para el manejo de las emociones, elemento esencial para el crecimiento personal y social… “el aspecto socioafectivo del niño, su armonía emocional, es esencial. Hay una relación directa entre el desarrollo de la inteligencia y el de los aspectos socioafectivos… es un error entregar contenidos a los niños sin haberse preocupado primero del aspecto emocional” (Céspedes, 2016).

Es así como existe una relación proporcional directa entre el desarrollo cognitivo y la inteligencia emocional de las personas. No es posible desprender la calidad humana desde una perspectiva más bien utilitaria de la educación, es decir, de las funciones laborales que nos corresponden en la sociedad de consumo, pero sin una base emocional que genere un comportamiento ético a la altura de las exigencias y necesidades humanas. Es así como “la finalidad de la educación es la formación humana, esto es, creación de un tipo de persona con virtud, sabiduría y capacidad… no solo la imparten en la escuela y la universidad, sino que también la familia y la experiencia de vida” (Soublette, 2019, p. 33). Es por ello que aspectos como la cercanía, compañerismo, atención y comunicación, entre otros, estimulan y mejoran los procesos de educación sociocultural en los estudiantes.

A pesar de todos los inconvenientes mencionados y suscitados a raíz de esta pandemia mundial, los docentes hemos tenido que profundizar y, en otros, reforzar o simplemente aprender de las competencias digitales que las clases en línea nos exigen. Sin embargo, este desafío es absolutamente secundario, puesto que nuestro fin se centra en integrar dinámicas socioafectivas como académicas en el aula, elementos que nos convierten en protagonistas, al parecer y nuevamente, del proceso de enseñanza y aprendizaje en nuestros estudiantes. Desde el hogar, considerando todas las responsabilidades y el tiempo que conlleva el diario vivir en él, los docentes hemos debido lidiar y reinventarnos en nuestra profesión, además de romper con la rigidez y rigurosidad que las instituciones educativas establecen como medidas disciplinarias en el aula, lo cual permitió que los estudiantes igualmente cambiarán la mirada de sus educadores, logrando mayores espacios de confianza y flexibilidad para realizar sus quehaceres académicos, generando además mayor creatividad, cuestión elemental para lograr propósitos formativos a través de las diversas plataformas virtuales. Sin embargo, “se puede usar la tecnología digital, pero se tiene que saber usar para que esté al servicio de la imaginación, de la creatividad, del desarrollo lingüístico y matemático. Esto no es lo mismo que pasar a los niños una Tablet para que juegue, porque ahí él no crea, no imagina” (Céspedes, 2016).

Es así como casi obligatoriamente debemos encaminarnos a habilidades sociales claves y de gran importancia para el logro de estos objetivos, entendidas como un conjunto de conductas que nos permiten relacionarnos con la comunidad educativa de manera afectiva, satisfactoria y en armonía, las cuales analizaremos a continuación.

En primer lugar, la empatía aparece como un valor clave y quizás el más importante dentro de las habilidades que los docentes debemos tener siempre con nuestros estudiantes. Hoy debemos nutrirnos aún más de esta gran competencia para entender que detrás de cada estudiante hay un universo por descubrir, con luces y sombras que podemos ser capaces de analizar y reflexionar, incluso para ahondar en problemáticas familiares que pueden ser aterradoras como la violencia intrafamiliar, lamentablemente tan común en muchos hogares en Latinoamérica. El desafío que nos exige la pandemia es que, si en mi rol docente no soy capaz de ver a mi estudiante como un ser humano con sentimientos y una vida emocional que regula su estado de ánimo dentro y fuera de la clase, difícilmente logre buenos resultados a nivel académico y sobretodo en el desarrollo personal. La empatía logra su máxima expresión en la medida que soy capaz de sentir la vivencia de quien me visualiza en pantalla, y adaptarme a su realidad social y contexto familiar, de detectar incluso ese vocabulario no verbal y ser capaz de descifrar a través del lenguaje corporal lo que mis estudiantes me quieren expresar. En este sentido, la empatía es una verdadera puerta de entrada para lograr una sólida “conexión” con mis estudiantes y con la sociedad presencial y virtual, sobretodo pensando en que el mundo en el cual vivimos está bastante desconectado de las emociones, por lo que detectar los sentimientos que están detrás de los actos en nuestros estudiantes será un enorme desafío para nuestra labor en línea.

Los docentes hemos debido lidiar y reinventarnos en nuestra profesión, además de romper con la rigidez y rigurosidad que las instituciones educativas establecen como medidas disciplinarias en el aula, lo cual permitió que los estudiantes igualmente cambiarán la mirada de sus educadores.
Los docentes hemos debido lidiar y reinventarnos en nuestra profesión, además de romper con la rigidez y rigurosidad que las instituciones educativas establecen como medidas disciplinarias en el aula, lo cual permitió que los estudiantes igualmente cambiarán la mirada de sus educadores.

Junto con la empatía tenemos en segundo lugar la asertividad, valor que se complementa perfectamente con el primero, puesto que debemos concebir a ésta como una forma de comunicación transparente, abierta y directa en relación a toda la información que yo necesite entregar a mis estudiantes y que ellos estimen entregar. Es importante fomentar un clima de confianza y enseñar directamente o con el ejemplo que todas las personas podemos expresar lo que sentimos, realizar sugerencia y defender nuestros derechos de una manera adecuada a los contextos familiares y sociales en los cuales nos desenvolvemos, como también formular emociones negativas y rechazar peticiones sin que nadie se sienta herido o molesto, a partir de una base de respeto profundo por la opinión del otro. Este tipo de enseñanzas permitirán además realzar su autoestima y desarrollar la autoconfianza, debido a que, para los docentes, es difícil realizar contención emocional cuando no sabemos qué le sucede a un estudiante. Entendiendo lo reducido de los espacios para la formación en el hogar, debemos ser bastante claros, precisos y concretos en el diálogo con los estudiantes, de manera que fomentemos una zona de confort y canalizar la libre expresión de opiniones académicas como personales.

En tercer lugar y si bien la gratitud es considerada una habilidad social básica, “agradecer” es un valor humano fundamental, puesto que cambia la visión de la vida e implica reconocer y valorar todo tipo de gestos que recibimos. En el caso de la docencia, los profesores hemos tenido que abrir nuestra conciencia y disposición hacia la gratitud, puesto que nuestros estudiantes nos han abierto su vida familiar, hemos observado y analizado su comportamiento y realidad personal a través de las vivencias cotidianas de su hogar, por lo que debemos estar permanentemente agradecidos de esta apertura e ingreso a su zona de confort. En ese sentido, nuestros estudiantes merecen un sentido reconocimiento, puesto que la promoción de un clima de confianza al abrir su vida íntima debemos recepcionarla con la mente y el corazón, debido a que no siempre es fácil consolidar este tipo de escenarios. Durante el proceso de enseñanza y aprendizaje están presentes los aciertos y errores, tanto personales como académicos, los cuales nos entregan lecciones y legados trascendentes, de los cuales siempre debemos entregar una infinita y honesta gratitud. En este sentido, los docentes siempre debemos aprender a valorar el extenso caminar de los estudiantes, puesto que en el ejercicio de la docencia estamos sujetos no tan solo a entregar contenidos, sino que a aprender siempre de quienes nos escuchan y prestan atención en forma constante. Agradecer que nuestros estudiantes nos escuchen y observen a través de una pantalla, que se esfuercen por aprender y que además logremos resultados académicos y personales con ellos, es en definitiva un acto emotivo que nos ayudará siempre a construir mejores relaciones personales y generará un estado de gran estabilidad afectiva y autoconfianza.

Finalmente, debemos considerar a la paciencia como un valor clave y fundamental dentro de nuestras competencias sociales docentes, debido a que este periodo de pandemia nos ha puesto a prueba frente a consecuencias personales de manera involuntaria, como lo ha sido el deterioro progresivo de la salud mental de los integrantes de cada familia, manifestado en numerosas y diversas problemáticas físicas, pero sobretodo en nuestro carácter y formas de relacionarnos. Además, la paciencia nos invita a comprender, tolerar, padecer, soportar y resistir esta situación, sin experimentar eventos personales de mayor nerviosismo, ansiedad o estrés. Durante este periodo puntual, hemos sobrellevado problemáticas como la caída del servicio de internet, hasta diversos cambios de ánimo en nuestros estudiantes, los que nos ha permitido aumentar la paciencia en nuestras prácticas pedagógicas virtuales, debido a que la dinámica que nos ha impuesto la pandemia, con medidas como la cuarentena, que nos fuerza a un obligatorio encierro en nuestros hogares, ha cambiado radicalmente nuestro estilo de vida, aumentando los grados de ansiedad por volver a la normalidad, escenario social que se contrapone con el objetivo de la paciencia, como valor que contiene este deseo por ir de prisa por la vida, sin ser capaces de vivir el presente, entendiendo que, aún con esta realidad indeseable, podemos aprender a sobrellevar esta situación de una manera más armoniosa y mesurada, controlando de mejor manera los conflictos que se han suscitado en este escenario de “aulas virtuales” y aminorando todo tipo de pensamientos negativos. Con paciencia podremos comprender la naturaleza de las vivencias y situaciones que vivimos, sobretodo pensando en nuestros estudiantes que muchas veces necesitan de nosotros, gestando un vínculo trascendente como autoridad moral fuera del hogar.

Si bien el contexto socio económico latinoamericano parece no ser el más propicio para el desarrollo de actividades académicas virtuales, los docentes hemos tenido que desarrollar habilidades claves para poder sobrellevar y continuar procesos educativos con nuestros estudiantes. Los cuatro elementos abordados nos pueden sustentar una base personal y profesional esencial para llevar adelante todo tipo de proceso escolar, considerando estas habilidades como valores humanos fundamentales para relacionarnos desde una perspectiva sociocultural, puesto que lo que mueve al mundo es la huella que dejamos en los demás, y somos nosotros, los docentes, los responsables de dejar un sello en nuestros estudiantes que va más allá de una entrega de contenidos, sino en constituir un verdadero ejemplo personal, basado en la promoción de la conciencia y el vivir en paz y en armonía, bajo un clima de profundo respeto y honestidad. Es así como las habilidades sociales influyen integralmente en el mejoramiento de nuestra calidad de vida y bienestar humano y son claves para el desarrollo de nuestra labor pedagógica, entiendo además que “todos los niños pueden aprender, solo que algunos aprenderán lo que quieren, otros lo que pueden y otros de acuerdo a sus necesidades… considerando que el aprendizaje no solo es escolar” (Céspedes, 2016).


Soublette, G. (2019), “Cartas públicas”, Chile: Ediciones El Mercurio.

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Jorge Rios Gallardo
Profesor de Historia y Geografía, Magíster en Ciencia Política, Máster en Gestión Educacional. Coordinador Académico y profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Las Américas. Docente por vocación y Fe en mis estudiantes.

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